La organización Transparencia Interancional (TI) publicó el miércoles los resultados de su Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2014. Además de destacar que ningún país alcanzó el puntaje máximo (100 es muy limpio y 0 muy corrupto) hizo un llamado a considerar los efectos nocivos que la corrupción genera en la sociedad, más allá de recursos malversados.
Deficiente infraestructura educativa, carencias en los servicios de salud y elecciones decididas por el dinero son algunas de las consecuencias negativas la corrupción ocasiona, afirma TI. Asimismo, la organización dijo que el buen desempeño de países de la región, como Chile –el mejor evaluado de la región latinoamericana con 73 puntos y puesto 21 a nivel mundial, junto con Uruguay, con los mismos indicadores– es resultado de instituciones fuertes y una policía confiable.
En declaraciones recogidas por la agencia alemana Deutsche Welle, el presidente de Transparencia Internacional, José Ugaz, dijo que “El Índice de Percepción de la Corrupción muestra que el crecimiento económico se ve mermado y los esfuerzos para detener la corrupción desaparecen cuando los líderes y las personas con altos cargos abusan de su poder para apropiarse de los fondos públicos para beneficio personal”.
En el ranking del 2014, Perú ocupa el puesto 85, dos escaños menos que el año pasado, pero con el mismo puntaje, 83.
Sorprende que, a pesar del escándalo de corrupción de Petrobrás, Brasil haya escalado tres puestos en el ranking, al igual que México, cuyo gobierno enfrenta distintas acusaciones de corrupción a la que se suma la desaparición de 43 estudiantes en el estado de Guerrero. ¿Qué puede haber ocurrido?
En más de una oportunidad, analistas locales se han valido de los resultados del IPC para sugerir que los años del gobierno de Fujimori han sido menos corruptos que los de recientes gobiernos. En el 2011, ProÉtica, capítulo peruano de TI, remitió una carta en respuesta a uno de los analistas señalando que para la elaboración del IPC se toman documentos de uno o hasta dos años atrás –esquema que hoy se ha modificado– y que incluso con la exposición de la corrupción fujimorista se dio un cambio en la percepción sobre la corrupción que se agudizó en años posteriores. No sería antojadizo afirmar que una situación similar puede ocurrir en otros países evaluados cuyos resultados resultan contra intuitivos.
En Latinoamérica, los países con mayor percepción de corrupción son Venezuela y Haití, que se encuentran entre la decena de peor calificación a nivel global junto con Yemen, Angola y Guinea Bissau.